¿Qué le preocupa a una pija descerebrada? Pues es interesante darse cuenta que si te interesas en moda y cotilleas pasas a entrar en un grupo de personas que bajo ningún concepto podrán hacer algo mejor con sus vidas que casarse con un empresario y vestir de Prada. Siento tener que discrepar y confesar el hecho de que todos los meses glamour y national geographic han de llegar a un acuerdo y compartir espacio en mi mesita de noche. Siento decir que en mi estantería pelean por su espacio a partes iguales Kafka y Marian Keyes. Y siento decir que no me avergüenza explicar como la última noche me subí a un columpio en un parque para niños, me caí y tuve un horrible dolor de cabeza durante tres días porque en ese momento me pareció divertido. Hacer chiquilladas espero que entre en mis planes mientras mi cuerpo aguante, leer libros sobre las vidas ficticias de reinas del drama y ver series de adolescentes seguirá en mi agenda al menos unos cuantos años más. No me avergüenza confesar al mundo que a veces me gusta ser una pija descerebrada, que mi cerebro pide a gritos desconectar de mi alma y perderse entre los más vánales placeres. Pensar todo el tiempo en serio me haría una persona aburrida así que porque no bromear un rato. Coquetear con la estupidez siempre es divertido.
Y ser así me permite conservar mi lengua viperina, que no estaba hablando de lobotomía, solo de desconexión. Y hay que tener inteligencia para poder criticar, satirizar con suficiente ingenio como para que el mundo te preste atención. Quizá yo sea de ese tipo de inteligencia mundana que nunca me permitiría entrar en Harvard. Pero siento confesar que tampoco me interesa. Nunca me he considerado demasiado inteligente y nunca he añorado serlo, me conformo con ser quien soy, me conformo con lo que la vida me da, lo transformo en mi mundo y lo convierto en felicidad.
Al fin y al cabo no es la felicidad la meta de la vida. La ignorancia da la felicidad, ¡seamos ignorantes unas cuantas horas cada día!
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